¿QUÉ ESTÁN APRENDIENDO LOS JÓVENES EN EL CAMPO COLOMBIANO?





Sergio Osorio
Isabella Hoyos
Juan Carvajal

En Colombia, las condiciones de vida en el campo y la ciudad son muy diferentes, más aún cuando se trata de la juventud. Si bien sabemos que el país está pasando por una crisis económica, resulta alarmante que en 2019, el 34,9% de los jóvenes rurales se encontraba en situación de pobreza multidimensional; en contraste, este porcentaje se reduce al 13,5% en el caso de los jóvenes urbanos. El foco de esta investigación será la educación en el campo colombiano, pues sabemos que existen escuelas en la zona rural, profesionales de la docencia y más intentos de contrarrestar la falta de educación en dichas regiones; sin embargo, esto nos hace preguntarnos si las ofertas educativas son de calidad y si le brindan a la población campesina joven un futuro laboral y académico de libre elección. 

 Imagine por un momento que usted es un joven estudiante bachiller de clase baja en alguna vereda de Colombia, sus padres han trabajado en el campo desde la niñez y conocen poco o nada sobre las universidades y la educación superior. A esta situación, súmele el hecho de que su colegio no está en las mejores condiciones de enseñanza, que los profesores hablan poco sobre cómo entrar a una universidad y que todos los enfoques del colegio apuntan a los trabajos agropecuarios. ¿Qué será de usted al graduarse como bachiller? ¿Se irá del lugar en el que ha vivido toda su vida para enfrentarse a algo que no conoce? ¿Tendrá la posibilidad de lograr un buen puntaje en las Pruebas Saber? ¿Piensa en ser un profesional y ayudar al sostenimiento de su vereda o vivirá en un sitio urbano de ahora en adelante? ¿Qué posibilidades tiene de continuar estudiando y trabajando en comparación con otros jóvenes de la ciudad?

Este escenario corresponde a la situación de múltiples jóvenes en la vereda de La María, en el municipio de Buga, en el Valle del Cauca, al igual que en muchas otras veredas en el departamento y en el país. La educación rural en Colombia es un tema que fue olvidado, no solo por el Estado, sino también por las mismas personas citadinas que aún tienen una visión estereotipada y sesgada de lo que ocurre en el campo: señores de avanzada edad que van en caballo mientras recogen las cosechas de sus cultivos, las mujeres como amas de casa y muchachos jornaleros que buscan trabajo en fincas para ayudar con su sueldo a sus padres. Pero no hay nada más alejado de la realidad: en nuestra investigación nos encontramos jóvenes y niños visionarios, con ganas de salir adelante y trabajar por el progreso de la región, pero que lamentablemente no están recibiendo una educación que contribuya a una visión más allá de la vida del campo. Lo anterior resulta preocupante, pues en Colombia la población de jóvenes entre los 14 y 18 años ascendió a 12 millones de personas, de las cuales cerca del 22% corresponde a jóvenes rurales, jóvenes que más allá de ser mano de obra para el campo, cumplen un papel fundamental de participación en la sociedad que debe ser promovido, principalmente, por las escuelas y colegios.




Para nuestra investigación contamos con diversas fuentes, tales como artículos y reportajes sobre la educación rural en Colombia. Además, incluimos los resultados de nuestro estudio sobre los jóvenes y niños estudiantes de la Institución Educativa Nuestra Señora Fátima en La María en Buga, institución que cuenta con estudiantes desde el grado cero hasta el grado once. Quienes hacen parte de ese gran porcentaje de jóvenes del campo que no están siendo preparados para una vida laboral digna, sea en la urbanidad o en el ámbito rural.

Según un estudio realizado por la revista Contexto ganadero, en 2021, tan solo el 2% de la población de jóvenes rurales en Colombia logra acceder a un pregrado; en La María nos encontramos con varios casos de estudiantes menores de 18 años que no conocen un futuro más allá de la granja en la que su propia institución les enseña labores del campo. Esta influencia agropecuaria del colegio, aunque no es negativa, resulta insuficiente, pues algunas de las enseñanzas recurrentes del colegio son: crianza de cerdos, inseminación o vacunación ganadera. Estas son labores que en realidad no brindan unas buenas oportunidades financieras, debido al poco campo laboral que refieren y a que son trabajos de temporada;  varios campesinos catalogan estos trabajos como muy desgastantes y mal remunerados.

En el caso de la educación primaria, el colegio hace parte de un programa llamado “escuela nueva, escuela activa”, en el cual los estudiantes de primero y segundo comparten aula, así como los grados tercero, cuarto y quinto. En este caso, el aprendizaje se da por medio de guías, unificación de temas y explicación por parte de los docentes y, según la docente Viviana Reina, esta estrategia brinda autonomía a los estudiantes y promueve el desarrollo de habilidades como la comprensión lectora. Este programa de educación está siendo empleado en todas las instituciones rurales del país como modelo de transformación a la educación tradicional, además permite que los docentes dejen de ser vistos como emisores de la información y empiecen a ser facilitadores en las aulas. 


 Sin embargo, pudimos notar que —al menos en la institución Nuestra Señora de Fátima— la orientación principal de este modelo son los componentes reconocidos como principales: español, ciencias naturales, sociales y matemáticas, pues en las entrevistas con los niños de estos grados algunos manifestaron inconformidad, debido a que las clases relevantes para la multiplicidad en el aula y el desarrollo físico-motor como artística o educación física, no tienen la atención que merecen.


“En artística pintamos un rato y luego nos vamos a la granja” 

“No, en educación física siempre jugamos o algunos se quedan sentados”


Además, los estudiantes manifestaron su descontento frente a la situación actual de la biblioteca estudiantil; un estudiante nos dijo: “a mí me gustaría mucho que hubiera una bibliotecaria, porque aquí hay una biblioteca, pero mantiene cerrada”. Al preguntarle a la docente Viviana Reina acerca de esta situación, nos respondió: “nosotros acomodamos el espacio para la biblioteca, incluso nos dieron del Ministerio (Ministerio de Educación) la colección semilla, pero debido al espacio no contamos con una biblioteca organizada y no tenemos quién la maneje”. Decidimos ir a visitar la biblioteca y efectivamente estaba cerrada.  Pero no solo la biblioteca, también espacios como la oficina de orientación escolar y la enfermería estaban cerrados, lo cual es una muestra clara de la falta de personal que se presenta en los colegios rurales y que en los colegios citadinos resultan indispensables. 

En 2021, el CONSA —un organismo consultivo del Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural—, realizó un informe en el que asegura que cada vez más jóvenes abandonan el campo en Colombia por la falta de oportunidades laborales y económicas. Este es el caso de los jóvenes en Neiva - Huila, departamento en el que desde 2022 empezaron a desaparecer los cultivos de maíz y otros cereales importantes para el abastecimiento del país, debido a la búsqueda constante de la juventud por buscar nuevas oportunidades en la ciudad, en muchos casos, como constructores. En contraste con esto, nos encontramos con que los once niños y jóvenes con los que tuvimos la oportunidad de hablar en La María, no quieren abandonar sus estudios, pues consideran que la educación es primordial para el desarrollo de la sociedad y el crecimiento personal. Sin embargo, tampoco quieren dejar la vereda y nos manifestaron sus deseos de contribuir al crecimiento de la región. 





En cuestiones familiares de los niños y jóvenes entrevistados, el panorama es casi el mismo: de once estudiantes, solo uno de ellos tiene un hermano que está estudiando un pregrado en la Universidad del Valle; tres de ellos tienen familiares que estudiaron o estudian en el SENA y otro de ellos tiene un tío que hizo un curso también en la Universidad del Valle. Una de las alternativas más comunes para acceder a la educación después del colegio entre los estudiantes de la vereda es el SENA; a pesar de que en Buga hay sedes de diferentes universidades del país, las cuales ofrecen diversidad de programas y facilidades como estudiar a distancia. Sin embargo, en el caso de los estudiantes de décimo y once, estos no han recibido orientación alguna por parte de los formadores en el colegio para acceder a las ofertas universitarias; un estudiante de noveno nos dijo: “lo único que sabemos de las universidades, es que en las clases no dictan los temas, sino que tenemos que tomar apuntes y así”. Además, nos contaron que no cuentan con una preparación adecuada para las pruebas Saber de este año, pues no tienen acceso a las clases pre icfes del casco urbano en Buga, que sienten que el colegio no les da ningún tipo de preparación e incluso Samantha, estudiante de once, no tenía clara la fecha del examen.

Tanto las aspiraciones como los sueños de la gran mayoría de los jóvenes estudiantes en las zonas rurales del país está condicionada y permeada por su entorno sociocultural, así como por las ofertas educativas limitadas. Incluso pensar que si hay jóvenes que se ven a sí mismos como trabajadores rurales de su propia comunidad, no es para nada fortuito: esto corresponde, muy probablemente, a un síntoma de las pocas elecciones que tienen y de las cuales no poseen una perspectiva tan amplia como la de, por ejemplo, un joven citadino que ha experimentado múltiples sucesos que construyan sus decisiones y visiones. 

Ahora bien, no podemos establecer un sesgo y declarar que, exclusivamente, las formas de educación campesina son las que deban tener un acercamiento fuera del campo, de hecho, sería oportuno que la educación urbana también implementase formas de educación en la que se invite a los estudiantes a conocer experiencias en la siembra, la agronomía y la fauna en general. Muchas instituciones educativas de la ciudad dejan en un segundo o tercer plano la importancia de que los jóvenes tomen un interés y una conciencia por las zonas rurales, así como las importantísimas actividades que se desarrollan en dicho espacio. 

Sin embargo, existe una ventaja de accesibilidad en relación con los campesinos, puesto que en los cascos urbanos hay sedes del SENA, aunque muchas veces se toma como una segunda opción o una salida rápida, en contraste con otras universidades.

En cualquier caso, las juventudes campesinas merecen el mismo derecho a probar diversas salidas educativas que alcancen diferentes ámbitos y gustos, como carreras universitarias sobre humanidades, letras, artes, o ciencias exactas como física y las múltiples ingenierías. Dicho lo anterior, consideramos que concentrar los institutos y medios de aprendizaje en las zonas urbanas, es una evidente centralización del ámbito educativo, lo que se traduce en un abandono y exclusión hacia los campesinos por parte del Estado y los diferentes organismos sociales que se encargan de la educación en Colombia.



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